Es en ese instante dramático cuando el diario dejó de ser un compendio de pequeñas historias para convertirse en el continente de una gran e impactante historia, que requerirá de esfuerzos por encima de un plan rutinario que pasó al olvido.En verdad, salvo la muerte casi anunciada de un papa, Juan Pablo II, por su edad y las visibles complicaciones de su salud, ninguno de los grandes eventos que conmovieron a la Humanidad en los últimos tiempos pudieron formar parte de una agenda preparada para dar lugar a esas noticias: cualquier forma de terrorismo era esperable, pero el 11 de septiembre de 2001 se rompieron los moldes cuando la red terrorista Al Qaeda, ya conocida por sus atentados con bombas en distintos lugares del mundo, utilizó los aviones como armas letales contra las Torres Gemelas, en el corazón de Nueva York.
Luego vinieron el 11 de marzo de 2003, con la voladura de los trenes en la estación madrileña de Atocha y, en fecha más reciente, el 7 de julio de 2005, con los ataques en Londres. Luego, el tsunami; luego Nueva Orleáns arrasada por Katrina…
En el medio, la Argentina tuvo sus propias tragedias: la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, el 21 de diciembre de 2001, en medio de un caos social que provocó más de 30 muertos, por una revuelta popular sin precedentes.
Más cerca aún en el tiempo, el 28 de septiembre del año pasado, la masacre en la escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones, cuando un joven entró a clases a las 7.30 de la mañana y baleó a sus compañeros, de los cuales tres murieron y cinco quedaron heridos.
Y luego, casi en el centro de Córdoba, una jornada de visitas a una cárcel se convierte en uno de los peores motines de la historia de la ciudad, que termina con ocho muertos.
No hay duda: el impacto de cualquiera de esos hechos es de una magnitud tal, que ningún medio podía presentar las noticias de un modo frío, rutinario.
Hubo, en todos los casos, demasiados interrogantes planteados como para que estas informaciones se licuaran en la medianía de otras. Eran, al margen de su dramatismo, grandes historias que estaban llamadas a cambiar la percepción de la realidad.
En esos momentos calientes en los cuales las noticias que llegan hacen crujir el espíritu, el problema es determinar cuánta gravedad le asigna la sociedad, para asignar los grados de cobertura.
El riesgo no es menor, porque siempre es posible sobredimensionar el impacto de los hechos, aunque en los casos citados fue evidente desde el primer minuto que se abrían angustias sobre el futuro, casi siempre a partir del temor de que se repitan y nos afecten demasiado cerca.
Aun así, la mayoría de los diarios tiene asimilado que, más allá de la información y el análisis que pueda brindar sobre esos hechos para satisfacer a sus lectores, estos encuentran en el papel el soporte más viable de ser conservado como una referencia a prueba del paso del tiempo.
El diario se convierte, entonces, en un pequeño libro que guarda una gran historia.
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