Sobre la organización de una redacción y su funcionamiento, los manuales de periodismo enseñan suficiente. Basta conocer los criterios de noticiabilidad que son válidos en cada diario, para aplicarlos casi acríticamente y obtener un producto que, dicho en la jerga, sea digno.
Ese sentimiento de dignidad, que se traduce en respeto a la mayor cantidad posible de necesidades del lector medio, se construye todos los días a partir de rutinas que son asumidas por todos los integrantes de la redacción, sin romper un orden de trabajo.
El hallazgo de las noticias que más contemplan el “interés general” se complementa, necesariamente, con la instalación que los medios hacen de los que se conocen como “temas propios”, aquellos que descubren a la vista pública y potencian hasta convertirlos en cuestión de agenda. Pero hasta allí llega: no quedan, a esta altura, cuestiones que un medio pueden monopolizar más allá de la edición en las que fueron publicadas. Abierta al público y a los demás medios, ya ni siquiera queda el crédito por haberla sacado a la luz. Apenas si se puede llevar la delantera, pero no por mucho tiempo. Las primicias cada vez forman
menos parte de una rutina periodística, pero si logran rebote en otros medios, entonces se valorarán como un éxito.
La instantaneidad con que operan radio, televisión y, desde hace una década, Internet, acota el espacio de los diarios como canal informativo. Sin embargo, a ellos sigue reservada todavía la condición de medio idóneo para explicar y graficar los procesos, y trazar su perspectiva.
El periodismo escrito perdió gran parte de su virtud por convertir al acontecimiento en noticia, pero todavía mantiene con vida su estatus de usina de opinión pública, a través de un género que las limitaciones de tiempo y espacio impiden a los electrónicos: el interpretativo, ese que permite comprender los hechos más allá de la calificación por su pretendida importancia.
Debe evitarse caer en la descripción, cruel pero certera, que formula Ignacio Ramonet[1]: Numerosas cabeceras de la prensa escrita continúan adoptando, por mimetismo televisual, por endogamia catódica, las características propias del medio audiovisual: la primera concebida como pantalla, la reducción del tamaño de los artículos, la personalización excesiva de los periodistas, la prioridad otorgada al sensacionalismo, la práctica sistemática de la amnesia en relación con las informaciones que hayan perdido actualidad. Compiten con el audiovisual en materia de marketing y desprecian la lucha de ideas.
En consecuencia, el armado de una rutina o agenda periodística para un día cualquiera parte de la consideración primordial de cuáles son las noticias que, de manera inevitable, el medio deberá tratar; cuáles son las propias que podrá instalar y cómo acompañará esas información para dar el salto cualitativo que lo despegue de sus colegas audiovisuales y electrónicos.
Conviene detenerse un segundo para repasar los criterios de noticiabilidad elementales, como “formulaciones pragmáticas (y) modalidades organizativas del trabajo cotidiano” [2].
Siguiendo el planteo de Stella Martini, para la elaboración de estos criterios, los medios evalúan el valor de la noticia como información práctica, como impacto emocional y como formadora de la opinión pública.
Martini ensaya una clasificación que, en general, contempla la realidad de la mayoría de los medios, hoy:
· Novedad: el criterio más básico y elemental, que encierra el concepto de noticia como “la narración de los últimos acontecimientos que interesan al mayor número de lectores sin conexión con esos hechos".
· Originalidad, imprevisibilidad e ineditismo: es más noticia cuando más se diferencie de la rutina, sea más imprevista y, por cierto, nunca antes expuesta.
· Evolución futura de los acontecimientos: constituye hoy el valor primordial sobre el que asientan su trabajo los diarios por la capacidad de trazar perspectivas sobre esa realidad. Veremos más adelante que, en momentos de crisis o con informaciones de alto impacto que no se mantienen abiertas con el correr del tiempo, éste es el principal desafío para la prensa escrita.
· Importancia y gravedad: una dupla perfecta para mensurar una noticia, aunque la importancia dependa, por cierto, de la conjugación de los otros valores.
· Proximidad geográfica del hecho a la sociedad: es un valor esencial, porque permite dimensionar, sin dudar, la importancia del asunto. Pero, en la era de las comunicaciones globales, no siempre es una condición prioritaria. Aun así, a menudo hay razones para que sea de interés lo que sucede a unas pocas cuadras de cualquier domicilio.
· Magnitud por la cantidad de personas o lugares implicados: resulta obvio para la conquista de la mayor cantidad de lectores posibles, interesados o afectados.
· Jerarquía de los personajes implicados: es una garantía de interés, en especial cuando de lo que se trata es de áreas como la política, la economía, el deporte o el espectáculo, pese a que hay una creciente tendencia del periodismo a convertir en personajes a quienes han sido protagonistas de algún hecho sin ser conocidos previamente por el público.
· Inclusión de desplazamientos: resulta significativa, tanto si son conjuntos de personas (una manifestación, una procesión religiosa) o individuos públicos reconocidos (viajes de un presidente o de un artista famoso), detalla Martini.
Con todos estos conceptos, casi nunca escritos en ningún Manual de Estilo pero asimilados como normas tácitas en la redacción, la elaboración de una agenda fluye sin mayores dificultades.
Serán las cifras de circulación del diario las que irán marcando si el camino es el correcto, pero aun antes habrá otros criterios de validación: la noticia publicada en un medio es “más noticia” si los demás medios la reproducen y potencian, en una espiral que, a menudo, tiende a convertirse en aburrida para la mayoría del público, en particular si se va re-construyendo a partir de declaraciones y no de hechos que encierren novedades o giros importantes que puedan cambiar la historia.
[1] RAMONET, Ignacio. Comunicación contra información. Publicado en Bitácora, suplemento del diario La República, de Uruguay
[2] MARTINI, Stella. Periodismo, noticia y noticiabilidad, Norma, Buenos Aires, 2000.
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