No pasa nada. O, lo que es lo mismo, pasa poco más o poco menos que el día anterior. Hasta que todo estalla en mil pedazos: algún evento de gravedad inusitada, capaz de contener en sí mismo todos los criterios de noticiabilidad conjugados, destroza la monotonía.
Una tormenta acaba convertida en un tornado y arrasa a un barrio de la ciudad; una protesta de presos se torna un sangriento motín; estallan la fábrica militar de una ciudad o un arsenal clandestino a pocos kilómetros del centro; se estrella un avión en el aeropuerto local; un grupo terrorista desata el horror en algún lugar del mundo; un adolescente entra a un colegio y balea a sus compañeros; un huracán coloca a una ciudad de un país del primer mundo en las condiciones de un poblado del tercero pobre, o muere un personaje celebérrimo.
Hay pruebas de sobra: las malas noticias no se hacen anunciar; las buenas casi siempre pueden ser previstas y formar parte de una agenda.
Cuando el reloj de la realidad marca el minuto fatal, por la redacción comienzan a correr ríos de adrenalina, se escuchan órdenes nerviosas, la rutina deja paso a un caos que parece ser inmanejable.
Acaba de ocurrir lo que el sociólogo Daniel Goleman llama noticias novedosas, sorprendentes, amenazantes o preocupantes[1]. Aquí es donde entra a tallar el cerebro, añade.
Goleman clasifica las noticias en dos tipos: las reptilian news, noticias primitivas, reptiles, fósiles o dinosaurios y las noticias pensantes. Dentro de la primera categoría incluye a los desastres, que activan la parte primitiva del cerebro y lo tranquilizan cuando quienes las reciben pueden comprobar que están fuera de peligro. Las contrapone con la segunda especie, aportada por el periodismo explicativo, que “provee contexto, extrae conclusiones, establece conexiones y proporciona sentido”.
Precisamente, otorgarle sentido a las reptilian news se convierte en la tarea primodial cuando la crisis estalló.
Tenemos más medios de comunicación, pero menos herramientas para la comprensión. Sí, ya sé hasta qué punto el término “medios de comunicación” se ha vuelto impreciso ya que estamos expuestos a informaciones de todo tipo, en la red y fuera de la red, analógica y digital, por banda ancha y vía satélite, en la prensa y en los informativos televisivos tradicionales, así como en el creciente despliegue de revistas, páginas web, revistas en red, videos y películas. Lo que se llama “noticias” fluye dentro de nosotros y a través de nosotros, transmitidas a través de todavía más tecnologías y plataformas de las que podemos abarcar y, a pesar de todo, en tiempo de crisis profunda, cuando se necesitan más medios de comunicación que nunca, nos están fallando, sostiene Danny Schechter[2].
[1] GOLEMAN, Daniel. Vital lies, simples truths: the psychology of self-deception. Columbia Journalism Review, citado por COVARRUBIAS, Jorge. Manual de técnicas de redacción periodística. The Associated Press, 1996
[2] SCHECHTER, Danny. Las noticias en tiempos de guerra. Medios de comunicación: información o propaganda. Editorial Paidós. 2004. Barcelona, España.
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